Placeres Culpables: The Machine (Caradog W. James, 2013)

Ficha artística

Título: The Machine. País: Reino Unido. Año: 2013. Director: Caradog W. James. Guion: Caradog W. James. Fotografía: Nicolai Brüel. Música: Tom Raybould. Reparto: Caity Lotz (Ava), Toby Stephens (Vincent), Sam Hazeldine (James), Pooneh Hajimohammadi (Suri), Denis Lawson (Thomson), Lee Nicholas Harris (Soldado Harris), John Stylianou (Soldado), Ben McGregor (Soldado Ben), Helen Griffin (Señora Dawson), John-Paul Macleod (Paul Dawson).

¿De qué va?

En un futuro cercano el mundo vive al borde de una tercera Guerra mundial. El ejército británico lleva a cabo un proyecto secreto experimentando con soldados mutilados e implantes mecánicos con la esperanza de desarrollar un soldado mecánico, de aspecto humano pero con una fuerza, velocidad y voracidad de otro mundo. El proyecto lo lidera Vincent McCarthy (Toby Stephens), padre de una hija con problemas mentales. La clave para completarlo es la mente de Ava (Caity Lotz), una joven experta en inteligencia artificial.

¿Qué tal es?

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Zim-zum, zim-zum, zim-zum, zim-zum, zum zum, yyuuuuuupppp. Desde que Isaac Asimov escribiera sus famosas tres leyes de la robótica, hemos sido testigos tanto en literatura como en el cine de los peligros de querer emular a dios creando vida —aunque sea artificial—. The Machine es una muy válida revisión —y actualización— de los temas que ya hemos visto ser tratados en clásicos como Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y A. I. (Steven Spielberg, 2001.

Caradog James nos introduce en la historia del Dr. Vincent McCarthy, interpretado por Toby Stephens (el maravilloso capitán Flint de Black Sails), quien lidera los esfuerzos del ejército británico para desarrollar una inteligencia artificial que pueda asegurarles la victoria en la inminente guerra contra China. Su tarea es la de desarrollar implantes artificiales para soldados heridos en combate y para ello se ve obligado a saltar a la comba con la ética médica. Vincent es un hombre serio, con un poso oscuro tras su flemática expresión y un objetivo fijo en su horizonte. Hasta cierto punto no es diferente del arquetipo de hombre de ciencia brillante pero temerario que estableció hace ya siglos Mary Shelley con su Doctor Víctor Frankenstein.

Incapaz de crear una inteligencia artificial estable que pueda ser utilizada en combate sin miedo a que se ponga en plan HAL 9000 con sus propios creadores, conoce a Ava —interpretada por Caity Lotz, vista en la serie Arrow—, una especie de versión más joven, pura e idealista de sí mismo. Ava ha desarrollado una I.A. capaz de aprender de la interacción con los humanos y es reclutada de inmediato por Vincent para que le ayude en su investigación.

El trabajo de ambos, combinado con el momento Robocop (Paul Verhoeven, 1987) que experimenta Ava, da como resultado a una máquina de aspecto humano y con los procesos mentales de un niño para el que todo es nuevo. Rápidamente ‘la maquina’ empieza aprender y a afirmar que está tan viva como los humanos. Si esto no fuera suficiente, Thompson, el responsable militar del proyecto, ara lo posible para convertir a ‘la maquina’ en un arma capaz de matar sin remordimiento —y Terminator (James Cameron, 1984) se nos une a la fiesta de referentes robóticos.

Sin ser una película redonda y limitada por un presupuesto muy ajustado, el tono y el aspecto visual son los adecuados, y las preguntas que plantea son las que toda obra especulativa debería de tratar de explorar. Hay aspectos éticos que nos hacen reflexionar sobre la necesidad de imponer restricciones a la relación entre la biología del ser humano y la tecnología que nos rodea. Vivimos una época en la que los teléfonos inteligentes son casi más capaces de razonar que sus dueños humanos y pensar en lo que puede deparar el futuro inmediato de nuestra especie da miedito.

Ciertamente los temas sobre los que gira la trama no son nuevos ni mucho menos, pero siguen teniendo la fuerza de provocar al espectador y de hacerle pensar sobre el mundo en el que vive. Merece especial consideración el trabajo tanto de Toby Stephens y City Lotz. Su interacción en pantalla es de lo mejor de la cinta. El primero nos muestra a un hombre de una inteligencia notable, pero cuya humanidad le ha sido arrebatada por las circunstancias. La segunda es toda una revelación, interpretando a la máquina que da título a la película, dotándola de inocencia y a la vez insinuando la brutalidad calculada de quien se sabe superior en todo a su creador. Lotz realiza ella misma las escenas de acción en las que se ve involucrada su personaje, lo que es también loable. Y no hay que perder de vista a la actriz iraní Pooneh Hajimohammadi, cuya presencia entre las sombras de la historia es una poderosa amenaza constante.

Caradog James, aparte de poseer uno de los mejores nombres que uno puede tener si se es un terrier, se muestra a la altura de todos los referentes a los que se aproxima su película. Su mayor logro es la habilidad para crear un mundo visual rico con solo cuatro duros. El uso de la iluminación y la luz es espectacular, y los prostéticos y el maquillaje de los soldados mutilados es desconcertante y asombroso por igual. El trabajo de fotografía es impecable, los escenarios minimalistas y oscuros hacen destacar todos los elementos high-tech que los pueblan, los efectos especiales, aunque modestos, lucen creíbles y la banda sonora tiene ese punto techno de los clásicos del género de los 80.

Como he dicho antes, hay aspectos en el conjunto que chirrían un poco. Las escenas de acción se ven especialmente perjudicadas por el bajo presupuesto de la película y hay algunos aspectos de la trama que se solventan de forma torpe e inverosímil. El último acto en especial pierde un poco de impulso en comparación con los dos primeros tercios del metraje, pero su conclusión es lo suficientemente satisfactoria como para subsanar esos fallos. En conjunto, The Machine es una película sobresaliente en todos los aspectos y una digna sucesora de todos los grandes clásicos de la ciencia ficción. No exagero si digo que merece la pena su visionado en una sesión doble junto con Blade Runner.

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